Numerosas familias sufren diariamente, en silencio, el infierno de tener un familiar sumido en el mundo de la droga o de otras adicciones, esperando que algún día cese dicha pesadilla y recuperen a esa persona que con el tiempo se ha vuelto irreconocible y que prácticamente se ha destruido, arrastrando en dicha situación, en mayor o menor medida, a toda la familia.

Cansados de esperar ese milagro, hace más de un año,  nos volcamos en creación de un proyecto al que bautizamos con el nombre de «Fundación Jorge Talavera».

Emprendemos una labor sin ánimo de lucro para poder ayudar a evitar a otros todo lo que nosotros hemos vivido por culpa de la droga, de las adicciones, de las malas decisiones.

También nos ponemos a disposición de todas aquellas familias que tienen un familiar adicto y que se ven desbordadas por la dificultad de la situación con la que se encuentran.

Además de lo anteriormente mentado, también nos acordamos de las familias más desfavorecidas, especialmente en esta dura época que nos ha tocado vivir de vulnerabilidad económica como consecuencia del COVID-19, habiendo creado un banco de alimentos con objeto de repartir los mismos y bienes de primera necesidad entre los más desfavorecidos.

Destacar, no solo por nuestra parte, sino por la de las familias afectadas por la lacra de la droga, nuestro inmenso agradecimiento a la formidable labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, la cuales luchan en silencio día a día por erradicar las drogas de las calles.

Dichas Fuerzas de Seguridad, sufren personalmente el drama de la droga en numerosas personas y su entorno familiar, haciendo de muchos casos, objetivos personales, y no dudando siempre en ayudar en lo que buenamente pueden a dichas personas desubicadas de la realidad que están viviendo.

Dicha lucha es continua, contando con muy pocos medios para ello, pero aún así, no cejando en su deber y consiguiendo siempre su objetivo, estando orgullosos de su ayuda diaria a esta Fundación y por ende a todas las personas víctimas de las adicciones.

Soy un adicto y necesito su ayuda.

No permitan que les mienta. Si aceptan que huya de la verdad me animan a mentir. La verdad puede ser dolorosa, pero traten de comprenderla.

No dejen que sea más listo que ustedes, pues sólo me haría eludir responsabilidades, y al mismo tiempo perderles el respeto.

No acepten mis promesas. La naturaleza de mi enfermedad me impide cumplirlas, aunque tenga intenciones de hacerlo en ese momento. Hacer promesas es la única forma que tengo de posponer el dolor. Y no cambien los acuerdos: si hemos acordado algo, cúmplanlo.

No permitan que me aproveche de ustedes. Ni que me imponga: si lo hacen se convierten en cómplices para evadirme de mis responsabilidades. No me amonesten ni me den lecciones de moral, no me regañen ni me alaben, no me hagan reproches ni discutan conmigo cuando esté drogado o sobrio. No derramen mis cosas, quizás esto les haga sentirse mejor, pero hará que la situación empeore.

No se enojen conmigo. Esto les destruirá y también destruirá cualquier posibilidad de ayudarme. No permitan que la angustia que sienten por mi les obligue a hacer lo que debería hacer por uno mismo.

No encubran ni intenten evitarme las consecuencias de mi enfermedad. Esto puede reducir la crisis, pero hará que la enfermedad empeore.

Ante todo, no huyan de la realidad como lo hago yo. La enfermedad que padezco empeora mientras siga consumiendo.

Comiencen ahora a aprender, a comprender y a forjar un plan de recuperación.

Averigüen de qué manera me pueden ayudar; pero sepan que debo permanecer internado con gente capacitada para salvar mi vida y nuestra familia, y sepan que deberán ustedes reeducarse también. Ninguno de nosotros pensamos que podíamos llegar a esto; pero así son las cosas nos guste o no.

Necesito ayuda de un adicto recuperado que haya encontrado la sobriedad donde sea que se halla internado y por el tiempo que haga falta.

Necesito un lugar y ayuda de un médico, de un psicólogo, de un confidente, necesito sobre todo ayuda de un Juez, de la Guardia Civil, de la Policía porque a ustedes sé cómo manipularlos; mientras que un tercero podría aportar la objetividad que el caso requiere.

Entiendan que yo solo no puedo ayudarme y aunque me aborrezco, a ustedes los quiero.