El duelo
El duelo se define como un proceso psicológico ante la pérdida de cualquier objeto, rol social, o ser querido.
Entre las reacciones del duelo se encuentran, la sintomatología anímica, que abarca tristeza, abatimiento, sobreproducción emocional (coexistencia de varias emociones) y anhedonia (incapacidad para sentir placer con actividades ordinarias), también encontramos sintomatología motivacional o conductual que se rige por un estado general de inhibición; sintomatología cognitiva que implica los sesgos cognitivos; síntomas físicos entre ellos la fatiga, falta o aumento de apetito, y los más destacables son los síntomas interpersonales como el aislamiento social. De forma general, el duelo es externalizado por la ira (suele apreciarse en varones) y por la melancolía (suele manifestarse en mujeres).
La intensidad de cada síntoma está ligada a la personalidad del sujeto, relacionada con la adaptación, el vínculo emocional creado durante la unión con el objeto o ser, comorbilidad, la edad y al nivel de reacción psicológica.
Elisabeth Kübler-Ross es la principal representante de la investigación del duelo, según Kübler existen cinco fases del duelo que suelen darse de manera casi sistemática.
La primera de ellas es la Negación, donde el sujeto sufre un embotamiento afectivo emocional e incluso cognitivo. Este estado es fundamental para que la mente se prepare al tránsito necesario para el cambio.
Evidentemente no todos los afectados sufren esta fase con la misma intensidad; se ha observado que las personas que han sufrido traumas similares recogen una gran valentía durante esta etapa y se encargan de los preparativos con mucha claridad, de un modo muy racional dejando de lado el desbordamiento emocional.
En la segunda fase se encuentra la Ira: emoción básica que delata la disconformidad con la situación presentada. Durante esta etapa se busca atribuir culpabilidad en los factores externos ya que es difícil de concebir que toda la construcción mental anterior es insostenible (una separación) o irrecuperable (duelo por fallecimiento).
La tercera es la Negociación: pretende reestablecer la situación original. Se busca salvaguardar los beneficios anteriores a base de búsquedas intensas de personas o seres divinos que puedan suplir esta pérdida. En esta etapa el cambio conductual empieza a ser evidente, la persona tiene un objetivo marcado y preestablecido, incluso se puede percibir un cambio en el temperamento del mismo, suele dominar la sumisión y la flexibilidad cognitiva ya que son características del ámbito social que atraen e invitan a la escucha activa y la negociación.
La cuarta fase es la Depresión: en esta fase se empieza a asumir la realidad de la pérdida. Destacan la tristeza y los síntomas relacionados como la pérdida o aumento del sueño, apetito; aislamiento social, abulia (falta de energía para iniciar una acción) y sesgos cognitivos. Es el puente para la siguiente etapa, La Adaptación: aquí encontramos una calma tanto emocional como racional. He de mencionar que la aceptación no es asumir el olvido, sino integrar en la memoria como parte de la historia de vida de cada sujeto.
Como podemos observar, el duelo es un proceso natural para la aceptación del cambio, no es ninguna patología. La sociedad interpreta de forma errónea el estado del duelo asociándolo a depresiones o trastornos de ansiedad. Cierto es que muchas veces el entorno presiona para que la persona que lo sufre se recupere en un tiempo récord. O posiblemente, este duelo se cronifique debido a la mala gestión emocional. Dependiendo de cada caso se necesita o no atención especializada. De igual forma, las personas en duelo necesitan una escucha activa con una gran dosis de empatía y asertividad.
Emanuela Dzitac
COLEGIATURA MU 04780
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