En este período excepcional de aislamiento que estamos viviendo no son pocas las voces que han alertado del impacto de las adicciones por influencia de esta situación.
Conviene señalar que el aislamiento está asociado a muchos tratamientos de desintoxicación, puesto que la necesidad de evitar el consumo a toda costa hace que en muchos casos ésta sea la única medida eficaz. Lo que ocurre es que sólo el hecho de aislarse no es suficiente para conseguir desengancharse, porque de hacerse así, en la mayoría de casos simplemente se convierte en descanso o pausa en los consumos. Generalmente, se requiere además un tratamiento que ayude en el cambio de hábitos, costumbres y pensamientos.
Sin embargo, el aislamiento no siempre es sinónimo de recuperación o de abandono de los consumos. De hecho, verse aislados, enclaustrados o con muy escaso contacto social puede convertirse en una situación de riesgo en la que los consumos o las adicciones se disparen.
Esto puede resultar extraño o incluso contradictorio, cuando sabemos que aspectos como la presión del grupo, el no saber decir que no y el dejarse llevar por los demás son factores siempre muy señalados para explicar los consumos abusivos.
Pero el hecho de permanecer solos, con escaso contacto social, o recluidos sin poder realizar numerosas actividades habituales, se convierte en un factor de riesgo para la aparición de consumos de sustancias, o de su descontrol. Porque cuando estamos en soledad, cuando no tenemos a nadie cerca que nos vigile, que se preocupe por nosotros, o hacia quienes deseemos mostrarnos bien, el cuidado por nosotros mismos decae y resulta mucho más fácil incurrir en conductas que nos perjudiquen o supongan un riesgo para nuestra salud.
Por otra parte, el malestar asociado al propio aislamiento, la ansiedad, el decaimiento el aburrimiento… son condiciones que muchas personas no consiguen gestionar con éxito por sí mismas, y por ello pueden acabar recurriendo al consumo de sustancias como forma de alivio emocional.
La adicción es una poderosa fuerza que se instala en el cerebro de los individuos. Conseguir superarla implica un esfuerzo enorme y prolongado. Es un camino largo y tortuoso, repleto de altibajos y obstáculos que se esconden donde menos se imaginan. La regularidad y la constancia son esenciales para afrontarlos con éxito, y por ello las situaciones extraordinarias, los eventos inesperados, requieren una atención terapéutica mayor. Sin ese apoyo, será extraordinariamente complicado evitar complicaciones mayores.
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